Queridos misioneros :
Al clausurar nuestra Asamblea general actual del 2020, decíamos que era una Asamblea atípica, que marcará huella en la historia de las Asambleas, ya que ha sido la primera que se hace de forma virtual – presencial por la Pandemia del coronavirus 19.
También decíamos que Dios escribe recto en renglones torcidos y que hay que saber leer los signos de los tiempos en todos los acontecimientos de la vida, y este ha sido un acontecimiento eclesial, universal y planetario, que nos toca sufrir también hoy, porque las consecuencias siguen y tenemos que aprender a convivir por el momento con el virus presente, que no solo nos afecta a la salud física, sino también a la realidad económica y social de nuestros pueblos.
Aprender y escuchar en el silencio que habla, contemplar la realidad para cuestionarnos y dar una respuesta acertada siempre de esperanza y caridad es un reto para la Iglesia. La Iglesia ha llevado mucha alegría en medio de mucha tristeza por esta pandemia y nuestra tarea no ha acabado seguiremos siendo una Iglesia samaritana y profética.
Ha sido esta pandemia la piedra de choque que nos hizo parar nuestra marcha ordinaria, todo se volvió extraordinario y estado de excepción, pero esta pandemia no pudo parar nuestra Asamblea General, y poder formarnos en nuevos conocimientos con los grandes temas muy necesarios para nuestro trabajo pastoral, en especial en la pastoral de las culturas y de la pastoral social -cáritas : Cosmovisión y Cultura indígena y los sueños de mi querida Amazonia del Papa Francisco, fueron los contenidos, que deben ser una gran luz para nuestro trabajo evangelizador en este nuevo curso pastoral, conocer mas nuestros pueblos con sus culturas para saber acompañarlos y soñar junto con ellos.
Las Santas Misiones Populares, que ha sido nuestra espiritualidad misionera en el caminar eclesial como eje trasversal de nuestro accionar, empujándonos a ser comunidades vivas, unidas y misioneras es un reto y tarea a continuar. La dimensión misionera es una necesidad de la vida cristiana, naturaleza de la Iglesia para el trabajo eficaz de nuestras pastorales, debemos seguir formándonos en ese espíritu, y ahora después del Sínodo Amazónico, por ser nuestra Iglesia un espacio amazónico de nuestro Ecuador, debemos socializar su contenido, profundizar en el pensamiento de una Iglesia sinodal, caminando juntos con un mismo horizonte, no cansarnos de soñar como nos pide el Papa en su exhortación “querida Amazonia” con sus sueños social, cultural, ecológico y eclesial.
Ser soñadores en la vida, es no solo propio del ser humano, sino responde al proyecto de Dios sobre su creación, para ello nos dio inteligencia y voluntad, para alcanzar ese desarrollo integral de la persona y de los pueblos. Como nos recordaría el Papa Francisco debemos buscar la armonía y el equilibrio sano entre la cabeza, el corazón y las manos, entre el pensamiento el sentimiento y la acción.
Seguimos con los grandes desafíos de nuestro plan pastoral, la Familia, las Vocaciones sacerdotales y consagradas, y la Ecología y medio ambiente. La vida humana y la vida de nuestro planeta, casa común, son en definitiva el objetivo principal y el horizonte que nos alienta en nuestra lucha diaria.
No podemos bajar la guardia en la defensa de la vida de la naturaleza y de los hombres que vivimos en este espacio que Dios nos regaló. Ser custodios de los derechos humanos que tantas veces son vulnerados y que los sufren los mas pobres. Por ello las dos palabras claves que el Papa Francisco nos recordaba en este año del 5º aniversario de su encíclica “Laudato Si”. Contemplación y compasión, que nuestro caminar no sea un solo pasar y mirar distraídamente y superficialmente, como el que escucha la música de la radio mientras realiza una actividad, nuestro contemplar sea un escuchar atento en el silencio, recrearse en la belleza natural que Dios ha dejado su huella, rezar, alabar, y agradecer por lo que podemos ver y aprender de esa mirada, una mirada de ternura y misericordia.
Después de contemplar, ella nos lleva al compromiso, y fruto del contemplar viene la compasión, el padecer con el otro que sufre, que necesita, siendo una iglesia samaritana que no pasa e largo ante el caído en el camino, sino expresar nuestra solidaridad no solo con palabras de acogida sino con las obras de la caridad.
Entonces nuestra fe en Dios Padre, será una fe madura, que nos hace descubrir que todos somos hermanos e hijos del mismo padre Dios, que nos necesitamos unos de otros para vivir la fraternidad y construir comunidad, una comunidad sinodal, caminar juntos, soñar juntos, discernir juntos, comprometernos juntos, llamada a una conversión integral, personal, comunitaria y pastoral. Juntos construir una fraternidad universal, en el diálogo y el respeto, viviendo la unidad en la diversidad.
Así podremos no solo llevar la buena noticia del evangelio, sino convencer con nuestro testimonio, recordando las palabras de Jesús: “ustedes son la luz del mundo, y poniendo nuestra luz en lo alto, para que viendo vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre que está en el cielo” Mt.5,13-16, así puedan decir como de los primeros cristianos, mirad como se quieren.
Que la Virgen María primera misionera, madre atenta a las necesidades de sus hijos, nos proteja y acompañe, y fieles como ella al Espíritu, seamos misioneros en una iglesia en salida llevando la alegría del evangelio.