Hablamos de que hay que defender los derechos y de que tenemos derechos para hablar, callar, equivocarse, corregir, derecho a la ternura y a indignarse.
En estos tiempos de pandemia son toneladas de palabras y manifestaciones verbales y escritas las que cada día decimos y hacemos, y todos buscamos justificativos para creer que tenemos la razón.
Quizá cuando podamos verlo a mucha distancia y más desde la eternidad, un día nos riamos de nuestros juicios y afirmaciones creyendo que lo que hicimos o dijimos era lo correcto. Solo Dios lo sabe y Dios lo juzgará, pero creo que si hay algo que pueda justificar lo acertado o desacertado de nuestro hablar o actuar es el amor. Preguntarnos cada día ¿qué es lo que mueve nuestra vida y la vida de los otros?
Claro que todos tenemos derecho para hablar y derecho a equivocarnos, derecho a ser escuchados y derecho a discrepar, solo en la diversidad compartida se pueden buscar lo que nos une o lo que nos separa. El respetar a los demás no está reñido con la caridad con los demás, por eso también el derecho a la ternura, es difícil guardar el equilibrio de la relación con el otro que a veces le consideras amigo o adversario porque te dice lo que te agrada o lo que te desagrada.
Pero ciertamente que «a nadie le amarga un dulce» dice el refrán, y esa dulzura que nace de la ternura en el trato y en la convivencia, es esa ternura lo que más necesita hoy nuestro mundo, y que podemos aprender de Jesús con su misericordia y solidaridad con los pobres, todos queremos que sean sensibles con nuestra causa y dolor pero cuantas veces no somos sensibles con los demás, ciertamente ponerse en los zapatos del otro sigue siendo una lección pendiente que no aprendemos del todo.
Hoy quisiera recordar las palabras del Papa en sus sueños de “Querida Amazonia”, hace falta un grito profético y una ardua tarea por los más pobres”. Es necesario indignarse como se indignaba Moisés Ex.11,8, Jesús Mc3,5. como Dios se indigna ante la injusticia. No es sano que nos habituemos al mal…” QA15.
Cuando acabamos de escuchar la sentencia del juicio contra el derrame petrolero de 15.000 barriles que han perjudicado a miles de personas y más de cien comunidades, pensando en todas las consecuencias que ha llevado este derrame de vulneración de derechos humanos. Nos indignamos contra sentencia injusta.” juez niega acción de protección para comunidades afectadas por derrame de petróleo en el río Coca”. Leemos comentarios en la prensa nacional:
“La justicia ecuatoriana no ha determinado responsables por el derrame de crudo en la Amazonia y cuatro meses después falló en contra de la demanda interpuesta por indígenas kichwa debido a la vulneración de sus derechos por la contaminación del agua”.
“Las comunidades afectadas apelarán la decisión del juez en la Corte Provincial de Orellana después de que reciban la sentencia por escrito. La justicia falló en contra de las comunidades indígenas kichwa del Ecuador. El juez, Jaime Oña, negó la acción de protección y medidas cautelares a favor de comunidades afectadas por el derrame de petróleo, del pasado 7 de abril de 2020, en el Parque Nacional Cayambe Coca”.
Cuando el grito del pueblo empobrecido tiene que sufrir la explotación de la riqueza de su tierra para enriquecer más a los poderosos y empobrecer a los más necesitados.
Pienso que la ternura en este momento queda tan desdibujada en el corazón de los que sufren que lo que sale es rebeldía e indignación, pienso que si hay razón para que junto a nuestras comunidades de donde sale la mayor riqueza para sostener el país elevemos la voz solidaria de la indignación.
Recordando aquellas palabras de Jesús, en las obras de misericordia que tenemos que practicar con los necesitados, las que acusan y juzgan hoy a los que no lo hicieron en este juicio: “porque tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber….y dirán ¿Cuándo te vimos hambriento, sediento… y no te asistimos? y escucharán: Lo que no hicieron a uno de estos mas necesitados no me lo hicieron a mí.(Mt.25,35-44)
Lamentablemente pareciera que hemos perdido en el actuar de la justicia en nuestro país, el horizonte del dolor y la ternura de la misericordia. Pero la verdadera justicia que Dios hará en su momento en el futuro, no nos quita a nosotros la obligación de buscar y reclamar justicia en el ahora y en el presente que nos toca vivir. «A Dios rogando y con el mazo dando” es otro refrán que nos mueve a comprometernos en la lucha por la justicia y la verdad de nuestros pueblos olvidados y marginados.
Siempre habrá la fortaleza del espíritu para resistir y perseverar en el camino hasta alcanzar la paz que nace de la justicia.
Felicitamos a los que han perseverado en la defensa de la justicia de los afectados y los que seguirán siendo parte de esa Iglesia samaritana y profética que el Sínodo Amazónico y Querida Amazonia nos piden.
Rafael Cob