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Día de la Vida Consagrada

enero 31, 2022

“Caminando Juntos con María”, un arte y lección que aprender.

En este año el lema de la jornada de la Vida Consagrada tiene que ver con la realidad que la Iglesia nos propone como meta constante la SINODALIDAD, el lema” Caminar juntos “es la raíz y el fruto de vivir en sinodalidad, ello nos trae a nuestra mente y corazón muchas escenas que en medio de la pandemia nos toca vivir, caminar juntos es una lección que aprender cada día y un gran desafío que alcanzar, pareciera en nuestra realidad que padecemos, que fueran posiciones encontradas.

En este día aprendemos de María que caminó como madre y esposa para cumplir con la meta que Dios en su proyecto la pidió cuando por una parte se pide distanciamiento, aislamiento y confinamiento para evitar contagios del virus que acecha por doquier, por otra parte, sentimos la tendencia natural del encuentro presencial, la necesidad de no sentirse solo, la necesidad de comunicar el dolor, de compartir la soledad, de abrir y cultivar relaciones que eviten la tristeza, fortalezcan la esperanza y generen la alegría. El caminar juntos, da seguridad al andar, el saber que navegamos juntos en la misma barca y que juntos remamos en la misma dirección da sensación de que tendremos la misma suerte, llegar a puerto seguro. Tenemos una madre y quien camina con una madre como María se siente seguro como hijo. Caminando juntos por el mismo camino, aunque a veces se hace duro y triste por los diferentes acontecimientos del destino, como les paso a los discípulos de Emaús, la muerte o fracaso del amigo, pero en el mismo camino nos llega la esperanza y la alegría de aquel hermano que comparte la buena noticia que nos ayuda a entender el dolor de la vida, dolor que purifica para disponernos a vivir la alegría de la vida compartida, del triunfo frente a la debilidad y sentir la impotencia ante la adversidad.

La fe de María que camina con nosotros como caminó con su hijo hacia el calvario dándole animo hasta llegar a la cima, fue la mujer fuerte y fiel que sabe que después de la tormenta llega la calma y después de la muerte vendrá la resurrección. En el caminar juntos, todos hablamos y escuchamos las nostalgias del ayer y las esperanzas del mañana, en el caminar juntos se van puliendo las asperezas que nos hieren y se va suavizando las aristas de la vida, como las piedras del río acariciadas por el agua que alisa constantemente hasta hacerlas suaves. Donde no hay esquinas ni rincones donde esconderse todo queda al descubierto.

La Vida consagrada, caminando juntos, debe ser compañía en el camino, seguridad donde encontrar apoyo en la debilidad, mano extendida y pies de misionero que viene por el monte trayendo la paz, dejando rastro en el caminar. La vida consagrada, y el caminar juntos, se aprende a saber escuchar a Dios como María en Nazaret o en el templo, con fe y atención en la palabra que se vuelve promesa, palabras de aliento, para mirar la cima de la montaña como meta para divisar desde ella, el hermoso valle como tierra prometida, ser puente que une en medio de las zanjas de la división, y puerta abierta al otro que llega, aplauso de felicitación al hermano por el esfuerzo realizado y el logro que se vuelve en triunfo comunitario.

Vida consagrada es formar comunidad acogedora y hospitalaria, donde se siembre cada día la simpatía, el optimismo y la esperanza de un más allá, donde se escuche ante los desafíos “si se puede” adelante siempre adelante”, como en el cuerpo humano cuando un miembro sufre todo el cuerpo sufre con él y cuando un miembro se alegra todo el cuerpo goza con él. (Icor.12,26) Caminar juntos en la vida consagrada es orar juntos como pueblo, para decir después, “Dios es nuestra fortaleza”, si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? Vida consagrada es bálsamo que calma el dolor y aceite ante el desgaste del caminar, es profecía que levanta su voz por los pobres, que desafía y cuestiona la riqueza mundana para anunciar y encontrar el tesoro del Reino de Dios.

Es docilidad al Espíritu en la obediencia al Padre como la vida de María, es el hágase en mí según tu palabra (Lc.1,38), el Si generoso y fiel que se ofrece como la mejor ofrenda que agrada a Dios y fortifica a la comunidad. Se ha abierto un camino sinodal, por él se nos invita a caminar juntos, clero, consagrados y laicos, porque todos nos debemos sentir parte de ese pueblo de Dios que camina guiados por el mismo Espíritu que Dios ha puesto en cada uno, acompañados por una Madre, María ejemplo de escucha y de entrega.

La Iglesia como la vida consagrada no puede dar la espalda a la realidad en que vivimos, nuestro mundo necesita, ante todo, la luz del testimonio y coherencia de vida, una Iglesia samaritana que sale al encuentro del necesitado. Una Iglesia profética, ante tantas pandemias de hermano emigrante que pide acogida, ante un mundo violento que pacificar, de un mundo corrupto que desenmascarar, de una casa común que hay que cuidar, de los derechos humanos que defender.

La unión hace la fuerza, la sinodalidad hace fraternidad eclesial. Hoy se nos invita a caminar juntos para escucharnos, para discernir con el Espíritu y celebrar con todo el pueblo de Dios. Vida Consagrada es fuerza vital para la Iglesia. Caminemos juntos con María.