“He venido para que tengan vida y vida en plenitud” Jn. 10,10
Llegará la Navidad precedida de la esperanza, como todos los grandes acontecimientos de la vida, este tiempo que los cristianos llamamos adviento, adviento que significa venida, los que nos decimos creyentes, debemos vivir los grandes acontecimientos de la vida de Jesús con tal intensidad que nos hacen vivir de modo diferente este tiempo de esperanza, preparando cada año la llegada de la navidad, en la que no solo recordamos un acontecimiento importante del contenido de nuestra fe, como es la Encarnación del Hijo de Dios, Jesucristo, el nacimiento en esta tierra de aquel que nos salvó, y lo hizo encarnándose en nuestra vida al asumir nuestra humanidad, “el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros.” (Jn. 1,14) este acontecimiento nos lleva a nosotros a una reflexión profunda de su significado. Dios cumple su promesa y hace realidad nuestra esperanza.
La gente en la vida humana no puede vivir sin esperanza y aquel que le falta la esperanza es como aquel que está derrotado antes de empezar la batalla.
La primera acción que debemos hacer para vivir como acontecimiento salvífico la Navidad, es vivir esta virtud de la esperanza, la esperanza es la que nos da motivos para vivir, para trascender, para levantarnos de nuestras caídas, para no desfallecer ante las adversidades, todo en la vida tiene una chispa de esperanza que es capaz de encender un fuego como para iluminar la más fuerte oscuridad.
Hoy como entonces el pueblo de Israel, seguimos esperando un Salvador, alguien capaz de cambiar y trasformar aquello que nos puede parecer imposible. Hoy en nuestro mundo seguimos esperando salvadores de muchas cosas y realidades que sufre nuestra sociedad, salvar la econmia, salvar la poitica, salvadores de las amenazas que sufren nuestros pueblos, millones de hombres y mujeres que se despiertan cada mañana para trabajar con esperanza.
Hombres y mujeres queriendo tener trabajo para llevar el pan a su casa, enfermos queriendo salir con salud del hospital, jóvenes queriendo hacer sus sueños realidad, madres esperando que su hijos crezcan en paz, que no tengan que protegerse por la inseguridad o la violencia, niños que juegan y estudian esperando ser mañana jóvenes y jóvenes para ser mañana adultos y adultos queriendo un mundo mejor para sus hijos y su familia, emigrantes que salen de su tierra esperando llegar algún lugar mejor que el que dejan.
Todo un desfile de una vida humana, pueblos y naciones que caminan con esperanza. Hay esperanzas que se cumplen y esperanzas que fracasan y no se cumplen, para el que cree necesita no solo esperar, sino saber porque esperar y saber cómo esperar, porque de ello depende el que veamos nuestra vida como triunfo o como fracaso.
Podemos preguntarnos ¿qué espera el mundo y qué espero yo? si preguntamos a la gente que camina por la calle, las respuestas serán muy diversas, dependerá de las motivaciones que muevan su mente y su corazón.
La mayoría de la gente su respuesta girará en torno a la situación económica en la que vive, porque vivimos en un mundo predominantemente materialista y secularizado, que busca tener más riquezas materiales y llenará su vida de tantas cosas que no habrá sitio para Dios. Lamentablemente nos parece que nuestro mundo esta descentrado en su caminar, sus metas y objetivos, se han salido del camino que lleva a la verdadera vida, del cauce que conduce a la verdadera plenitud, nos arrastra fuertemente la tentación de tener, de consumir, de producir, de vender y comprar, un mundo estresado,con mirada baja y rastrera que no avanza a ver más allá de lo que caminan sus pies.
Por ello, su esperanza es raquítica, pequeña, que no llega a satisfacer su ansia de bienestar y felicidad en su vida, tiene cada día mas sed que no puede saciar, cada día es más grande el número de los insatisfechos. Sabemos, que no hay vida sin esperanza y no hay esperanza sin fe. El que quiera construir un mundo sin Dios, ese mundo se volverá contra él y lo destruirá.
Jesús Salvador es el que verdaderamente salva, eso significa Jesús: el que salva, y llega y viene a nosotros para darnos vida y vida en plenitud. “He venido para que todos tengan vida y vida en plenitud” (Jn. 10,10) para eso dijo Jesús que venía.
Por eso, en esta Navidad que es una celebración que salva, debemos vivirla con esperanza y ser apóstoles de la esperanza, demos motivos de nuestra esperanza como decía S. Pedro “estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pida” (I. Pdro. 3,15)
S. Juan Pablo II al empezar su pontificado diría: “¡no tengan miedo!, ¡Abran de par en par sus puertas a Cristo!”, no tengáis miedo de hablar de El pues Cristo es la respuesta verdadera a todas las preguntas sobre el hombre y su destino, es preciso que vosotros jóvenes os convirtáis en apóstoles, apóstoles de la verdad, de la belleza y de la bondad. Como decía el Papa Francisco a los jóvenes “no os dejéis robar la esperanza “Hagan lío””, el lío del que vive con alegría que nace de dentro, porque sabe que cuenta con Jesús su amigo que nunca falla. Atribulados, pero no desesperados, afligidos pero no desesperados. Él te librará de la red del cazador, S. 91,3 “Quien nos separará del amor de Cristo… nada nos separá del amor de Dios” Rom 6, 35-39
La Navidad se acerca trayendo la nueva vida que es Jesús, Él es nuestra esperanza, la esperanza cumplida para el creyente, mientras hay mundo despistado y desorientado que mira a otro lado, no se entera de quien quiere llegar a sus vidas. ¿le cerrará la puerta? ¿Perderá esta oportunidad, tendremos que escuchar las palabras de Jesús.