
Cansados de la lucha contemplamos el desgaste de la guerra, ¿Vale la pena seguir en el campo de batalla, de esta lucha de pelea que desgasta nuestra vida y da muerte a nuestro pueblo?
No es la estrategia mejor en medir fuerzas y pensar quien es el más fuerte, no se trata de resistir por mantener mis ideas, mi yo, mi plan por la fuerza, en una guerra que desgasta nuestras energías, que siembra el dolor en nuestro pueblo, de una guerra que nos enfrenta y nos destruye, que nos roba la paz y siembra el odio y resentimiento.
No tiene la razón el que más grita sino el que más piensa en los demás y menos en sí mismo, el que sabe priorizar y discernir, ¿cuál es lo más importante?, no para mí sino para mi pueblo, ¿cuál es lo que más vale? no para mi sino para mi pueblo, estamos aquí no para servirnos de los demás sino para servir a todos, no solo a los míos o mis intereses sino el bien común de todos.
Cambiemos de estrategia para alcanzar los anhelos de un pueblo cansado de enfrentamientos y que desea la paz y trabajar, llevar el pan a la mesa de su familia, y construir un futuro de paz y tranquilidad. No a la división, si a la unidad,
Sabemos los frutos de la guerra y los frutos de la paz, contemplemos, vayamos al campo no de la batalla de quien puede más, del engaño de querer demostrar quien tiene más fuerza, vayamos a la mesa de la fraternidad, del dialogo, de sopesar el bien y el mal, contemplar, escuchar, razonar y acabar con las guerras que desgastan enfrentándonos, que destruyen la convivencia de los pueblos que anhelan la paz.
Dejemos hablar al corazón que sabe amar, que es compasivo y solidario con el que sufre, que sabe desterrar el odio y siembra semillas de amor y de paz, que la justicia llegue desde más alto que desde nuestros juicios particulares y mezquinos, extendamos la mano para un abrazo que lleve a reconocer nuestras equivocaciones, quitando el orgullo y dejando nacer la humildad, sepamos que las cosas grandes están hechas de pequeñas acciones que conducen a pensar en los demás, lleguemos a la paz, donde no haya vencedores ni vencidos, que venza el pueblo, que Dios que nos da la vida y el tiempo nos dé con su Espíritu la fortaleza y la sabiduría que rebasa nuestro conocimiento, como S. Francisco digamos, hazme Señor instrumento de tu paz donde haya ofensa ponga yo perdón donde haya odio ponga yo amor.
Mons. Rafael Cob, Obispo de Puyo