Hoy termina el Sínodo Amazónico, después de un trabajo intenso lleno de esperanzas y deseos de cambio y renovación eclesial, queríamos que este Sínodo fuera como un nuevo Pentecostés donde el Espíritu nos lanza a la Misión de una tarea nada fácil, pero ilusionante, que exige coraje para llevar adelante la aventura sinodal, habíamos dicho en la etapa pre-sinodal: que soñamos juntos, caminamos juntos y faltaba construir juntos.
“Llegó la hora” ha sido una de las frases repetidas en el Sínodo, la hora del Kairós que el Señor nos ha concedido vivir, el camino está trazado, las semillas sembradas, pero ¿quién hará fructificar estas semillas?
“Hemos llegado a la cima“ nos decía uno de los padres sinodales al terminar la última sesión del Sínodo, se me viene a la mente la escena de la transfiguración del Señor en el monte Tabor, Mt.17,1-9. subimos a la cima del monte, pero no para quedarnos en ella, como deseaba el apóstol Pedro en el Tabor y así se lo dijo a Jesús, sino bajando con Jesús a la realidad del valle donde nos esperan.
Desde el monte del Sínodo hemos podido contemplar el paisaje del valle de lágrimas de nuestra Amazonia.
Como decía el Papa en sus palabras al final del Sínodo, este sínodo nos ha enseñado en forma práctica y no teórica como se camina en la Dimensión Sinodal, ciertamente que el Sínodo nos dijeron que no es un parlamento de partidos políticos que buscan quien puede estar por encima del otro buscando cuotas de poder o de economía, el Sínodo es descubrir que hay una familia que debe salvarse junta, unidos, aunque tengamos diversas formas de pensar, trabajando con una dimensión de comunión porque todos formamos un solo cuerpo y todos somos miembros del mismo cuerpo, una fe, un bautismo un solo Dios y Padre.
En la dimensión Sinodal estamos entendiendo lo que significa Escuchar, lo que significa Discernir, lo que significa la tradición de la Iglesia como sabia del futuro decía el Papa, caminando todos en una misma dirección. Es abrirnos al Espíritu y dejarnos desbordar por el amor de Dios.
El eje transversal de los capítulos que componen el texto oficial del Sínodo es la palabra CONVERSIÓN, que atraviesa todo el texto, como aquel anuncio que hizo S. Juan Bautista y que hizo Jesús al comenzar su anuncio de la Buena Noticia, “¡Convertíos¡ porque ha llegado el Reino de Dios” Mt.3,1-12.
Dentro de las conversiones que siempre son urgentes debemos empezar por la Conversión Ecológica según Laudato Sí, que exige hoy una conversión integral en medio de un mundo globalizado, hombre y tierra forman una misma realidad, como cara y cruz de la misma moneda no se puede separar. Conversión integral que tiene su fundamento en el hecho que todo está interconectado e íntimamente relacionado (L.S :16) justicia social y ecología van unidos.
Es urgente enfrentarnos a la explotación ilimitada de la casa común y sus habitantes. La ecología integral es el único camino posible para salvar la región y por ende el planeta.
Cristo ha venido para que todos tengan vida y vida en plenitud, pero esa vida en plenitud no ha llegado a todos los pueblos, porque si en verdad el mandato misionero nos dice Id por todo el mundo y llevar el evangelio a todos los pueblos, el evangelio no ha llegado a todos, diría S. Juan Pablo II “ la evangelización está en sus comienzos” y todos los pueblos tienen derecho a conocerlo, lo mismo las mayorias que las minorías. ¿Por qué no ha llegado a todos? Quizá porque nos falta ser una Iglesia misionera por naturaleza como nos dice el concilio VTII, una Iglesia en salida, quizá hemos sido más una Iglesia inmóvil y anclada en vez de ser una Iglesia en movimiento y arriesgada.
Por ello, el desbordamiento misionero que necesita hoy nuestra Iglesia, con un conversión pastoral.
Conversión pastoral que nos exige ser una Iglesia amazónica, samaritana, encarnada, como la que nos enseñó Jesús. En una realidad amazónica que es pluriétnica, pluricultural demanda una actitud abierta al diálogo interreligioso, una iglesia que sirve y acompaña a los pueblos en su cultura, que nos lleva a ser una Iglesia con rostro amazónico e indígena, con sacerdotes y agentes de pastoral indígenas y amazónicos.
Ante la realidad emigrante, la Iglesia debe tener también rostro emigrante, reto político, social, y eclesial.
Con rostro joven que con fuerte presencia en las ciudades donde pueden caer en la pérdida de su identidad. Por lo que requieren un acompañamiento ante los peligros a los que se enfrentan.
Juntamente con la conversión como palabra transversal no podemos olvidar que este Sínodo ha pedido nuevos caminos para la evangelización, ello requiere otra conversión que se añade a la pastoral, que debe ser una pastoral interculturada, por ello también el Sínodo recoge en su III capítulo una Conversión Cultural que implica vivir, practicar la inculturación e interculturalidad. Solo una Iglesia misionera inculturada hará surgir las iglesias particulares autóctonas locales con rostro amazónico.
La Iglesia presente y aliada de los pueblos en sus territorios para defender la vida, los territorios y las culturas de los pueblos.
Buscar nuevas formas en los desafíos de la salud, la educación y la comunicación.
No podemos olvidar que para dar curso al agua del río se necesita un cauce, este cauce ha sido el Sínodo que ante la arrolladora corriente del Amazonas se desborda fecundando a su paso los pueblos llenos de fe que necesitan pastores que guíen y alimenten su espíritu, por ello las palabras que el Papa diría en Ecuador: «el mejor vino está por llegar”, explicando el milagro de Cana, donde Cristo convirtió el agua en el mejor vino. Hoy también acompañados de María, la madre atenta a las necesidades de sus hijos, le decimos a Jesús “les falta vino” el vino de la alegría profunda, de la fortaleza y la fidelidad, de la sabiduría y la alegría, de la esperanza y de la paz. Y todo ello llegará en el postsínodo, si fieles al Espíritu que guía la barca, somos dóciles en las aguas más profundas del Espíritu.
Solo nos queda decir una palabra Gracias a todos los que durante este camino presinodal y sinodal ha rezado por los frutos del mismo, y todos los que han puesto su mente y corazón para sacar adelante este deseo del Papa hecho realidad del Sínodo Amazónico para defender la vida de la naturaleza y de los pueblos que viven en ella.
Como diría Mons. Proaño «nosotros pasamos, pero en el camino, quedan los árboles que plantamos»