
COP30 es la esperanza puesta en acción
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD), también conocida como la Cumbre de Río 1992, fue un evento histórico que reunió a líderes mundiales y representantes de más de 170 países en Río de Janeiro, Brasil. Su aporte fue significativo. Puso en la agenda mundial el grave problema ambiental y la necesidad de tomar medidas urgentes para proteger el medio ambiente. Propuso, además, el concepto de Desarrollo Sostenible; equilibrar el crecimiento económico con la justicia social; destacó la importancia de la participación de los actores locales y resaltó el importante rol de las mujeres en la protección del medio ambiente.
La Organización de las Naciones Unidas, con el impulso inicial de la Cumbre de Río 1992, desde la COP1 celebrada en Berlín – Alemania, en 1995, ha hecho el esfuerzo por plantear salidas consensuadas frente a los graves efectos del cambio climático. Pero, se ha demostrado que sus acuerdos han sido tímidos e ineficaces para mitigar el aumento del calentamiento global que altera los patrones climáticos y provoca sequías e inundaciones extremas en el Norte y Sur Global y de manera especial, en la Amazonía, que es uno de los pulmones del mundo.
Ha llegado el momento de la acción conjunta. Por eso, esta trigésima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, es decisiva y urgente porque -como ha dicho el Señor Luis Ignacio Lula da Silva, presidente de la República Federativa de Brasil- “No es casualidad que la COP30 se celebre en el corazón de la selva amazónica… Queremos que el mundo vea la situación real de los bosques, de la mayor cuenca hidrográfica del planeta y de los millones de habitantes de la región…” Concluye indicando que “la época de las cartas de buenas intenciones ha llegado a su fin; es la hora de elaborar planes de acción. Por eso hoy comenzamos la COP de la verdad”(Diario El Comercio – Lima – 06 de noviembre del 2025 – página 11)
Escuché a un notable científico afirmar que la situación climática en el mundo está llegando a un punto de “no retorno”. Me llamó la atención que invocara a Dios para que nos ayude a tomar decisiones firmes y radicales para salvar la tierra y a la humanidad. Sus palabras me hicieron pensar que, en la tradición cristiana, la palabra Kairós, describe “el tiempo de Dios”, es decir, un tiempo oportuno para soñar y actuar juntos como familia humana, a fin de consolidar procesos de fraternidad, de escucha y de acción conjunta a favor del bien común de la humanidad y de las generaciones futuras.
El Jubileo de la Esperanza es la expresión del Kairós, como una oportunidad histórica que nos ofrece Dios, Creador del Cielo y de la Tierra para que los países del Norte Global reconozcan, de manera urgente, su deuda ecológica con los países del Sur Global. Y que ambos compartan responsabilidades diferenciadas ante la urgencia de luchar juntos frente al cambio climático.
Juan Pablo II, en el Jubileo del año 2000, priorizó la, siempre actual, condonación de la deuda externa de los países pobres. Francisco, al convocar el Jubileo 2025, añadió que las naciones desarrolladas también son deudoras, de una deuda aún más urgente: la deuda ecológica. Ésta debe cancelarse sin demora para evitar que el futuro de la vida humana y del medioambiente se vea irrevocablemente comprometido.
El llamado del Papa Francisco se intensificó con la Exhortación Apostólica Laudate Deum (2023), promulgada estratégicamente un mes antes de la COP 28 en Dubái, con el fin de incentivar a los países más ricos y advertirles sobre el riesgo inminente de alcanzar un “punto de no retorno” (n. 56).
Desde el punto de vista de las estadísticas, podemos hablar de grandes desigualdades. Las sociedades más desarrolladas han causado y causan, en gran medida, los gases de efecto invernadero y sufren igualmente los efectos extremos del cambio climático, pero tienen la tecnología y los recurso para minimizar su impacto. Por el contrario, las comunidades de bajos ingresos y las poblaciones indígenas, afectadas por fenómenos climáticos extremos no tienen la tecnología ni los recursos necesarios para enfrentar las eventualidades climáticas.
Sin embargo, la presión financiera sobre las economías más pobres se intensificó en los últimos años. En el Informe sobre la deuda internacional del Banco Mundial se indica que en 2023 “los países en desarrollo destinaron la cifra récord de USD 1,4 billones al servicio de su deuda externa y los costos de los intereses llegaron a su nivel más alto de los últimos 20 años… aumentaron casi un tercio hasta alcanzar los USD 406,000 millones lo que redujo los presupuestos de muchos países para áreas críticas como salud, educación y medio ambiente” (Grupo Banco Mundial. Comunicado de Prensa N° 2024/042/DEC del 3 de diciembre 2024)
Los Países del Sur Global cumplen con amortizar su deuda externa, condenada a perpetuarse en el tiempo por la cancelación de los intereses. De igual modo, los Países del Norte Global deben asumir la deuda ecológica con los Países afectados en el acceso a recursos esenciales como agua, alimentos y vivienda. Esto agrava la pobreza y la migración forzada, creando una circularidad de muerte y destrucción difícil de romper.
Por otro lado, en la toma de decisiones, con frecuencia, las voces de las comunidades más afectadas no son escuchadas. Lo que implica la sistematización de la injusticia socioambiental. Este hecho nos obliga a denunciar esta clamorosa desigualdad y reafirmar la solicitud al Norte global que cancele su deuda ecológica con los países del Sur global.
Abordar el cambio climático desde la perspectiva de justicia socioambiental significa implementar soluciones que no solo mitiguen el impacto ambiental, sino que también promuevan la equidad y el bienestar de toda la humanidad, especialmente de las comunidades más vulnerables.
¡Ésta es la hora de la justicia socioambiental! Porque, como afirma el Papa León XIV: “en el rostro herido de los pobres encontramos impreso el sufrimiento de los inocentes y, por tanto, el mismo sufrimiento de Cristo” (Exhortación Apostólica Dilexi te, N°9 del 4 de octubre del 2025).
Hermanos y hermanas, la lucha contra el cambio climático debe ir de la mano con la promoción de la justicia socioambiental y la cancelación de la deuda ecológica del Norte al Sur global, mediante proyectos de reforestación y de la promoción del desarrollo humano integral de las poblaciones campesinas e indígenas que son los guardianes de la naturaleza. Solo así podremos construir un futuro equitativo y un desarrollo sostenible para la humanidad.
Todos, absolutamente todos, somos actores de este compromiso integral de colaborar juntos: Sociedad, Gobiernos, Políticos, Empresarios, Iglesias, Comunidades de fe, Organizaciones sociales para hacer realidad los sueños de una humanidad fraterna, justa y en paz, que cuide la vida de las personas y de la naturaleza, nuestra casa común. ¡La inequidad y la corrupción son un imperativo moral a combatir!
Cardenal Pedro Barreto Jimeno, S.J.
Presidente de la Conferencia Eclesial de la Amazonía – CEAMA
