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EUCARISTÍA POR EL DÍA DE LOS DIFUNTOS

noviembre 2, 2021

A los años de Pandemia, regresamos al cementerio rezando por los difuntos.

En un día de sol se abrieron las puertas del cementerio no solo para los muertos para enterrar sino a los vivos para rezar por sus muertos.

Fecha que la Iglesia para por todos los difuntos. Un hervidero de gente vuelve a visitar las tumbas de sus familiares, después que la pandemia les impidió en años anteriores. El dolor y la muerte de la pandemia no apagó la fe y la esperanza de nuestros cristianos católicos, junto con las flores que adornan la tumba en este día no faltó en el cementerio la santa misa por todos los difuntos. Es un día de reflexión ante la tumba, sobre el sentido de la muerte y de la vida. Parte del misterio que Jesús con su resurrección nos invita a comprender, a fortalecer nuestra fe y esperanza en el más allá. A ver que la muerte no es abrir puertas para dentro sino puertas para fuera, hacia la otra vida que empieza en la muerte. Los creyentes en Jesús vemos que la vida humana no es peregrinar hacia la muerte sino peregrinar hacia la vida en plenitud, es ver que a la otra orilla de la vida hay un Dios que nos acoge con su misericordia y no invita a la vida que él había anunciado.

Yo soy la resurrección y la vida quien cree en mí aunque haya muerto vivirá, y aquel que vive y cree en mi , no morirá eternamente. Palabras que nos llenan de consuelo y de confianza . Como decía el Papa Francisco en la mañana de este día:” lo importante es que el ultimo paso (en esta tierra) nos encuentre cuando estamos en el camino de la vida y no en el laberinto sin fin “ nos invita a pararnos y ante la tumba que es mensaje de paz, y recordando lo escrito en un cementerio decía :” Tú que pasas, piensa en tus pasos, y de ellos piensa En el último” ¿ En que camino estás?

En este día queremos poner además de las flores que son muestra de cariño a nuestros difuntos, pero hoy queremos poner algo que no se marchita, es nuestra oración por ellos, es pedir a Dios misericordia para ellos y nosotros, es poner la luz de nuestra fe que no se apaga, es poner esperanza de un día reunirnos con ellos en el cielo a la luz de la palabra de Jesús. “No se turbe vuestro corazón, creen en mí, en la casa de mi padre hay muchas moradas, voy a prepararos un lugar. para que donde yo estoy estéis también vosotros.

Hemos nacido para vivir no para morir, conscientes de nuestra fragilidad humana que la pandemia nos enseñó, queremos hoy fortalecer nuestra fe en Cristo Resucitado. Vivir el día a día en ese amor del Padre por el cual nos dio la vida y no la recogerá un día, no importa el día si con muchos o pocos años, no importa el modo ni el lugar si en la casa ,en el hospital o en la carretera. Lo que importa es vivir cada día con él, que él este en nuestro corazón, que su palabra y su eucaristía sea nuestro alimento, que al atardecer de nuestra vida nos pueda decir, siervo bueno y fiel pasa al banquete de tu Señor.

Que sepamos haberle reconocido en el prójimo necesitado como buen samaritano que hayamos levantado la voz de profeta para defender su verdad y su justicia, le hayamos amado con todo el corazón porque al final de la vida nos examinaran del amor. Salimos del cementerio lleno nuestro corazón, de paz y esperanza, con la antorcha de fe encendida para iluminar el camino que seguimos recorriendo hasta el ultimo paso de nuestra peregrinación hacia la eternidad.