Han pasado ya 100 días desde el inicio de la declaración de la emergencia por la pandemia del coronavirus en el país, a lo largo de los días, las semanas y los meses han desfilado muchas imágenes ante nuestros ojos y muchas palabras se han dejado oír, mensajes que nos han dado esperanza y noticias que nos han hecho llorar ante seres queridos o amigos que conocíamos y pasaron a la eternidad.
Después de que el domingo despedimos a Dn. Luis Constante, este martes nos comunicaba el fallecimiento de otro insigne ciudadano como Dn. Efrén Veloz, a quien conocí en el Colegio Vicentino, con su voz de tenor, vibrante y solemne, gran locutor y presentador oficial de las fiestas colegiales, un hombre fiel y servicial que estimulaba a los estudiantes con sus palabras y consejos; trabajador y creyente, le tocó luchar duro en la vida y las pruebas que purifican, conoció como nadie lo que es el dolor de la enfermedad, dentro de la casa cuidando a su esposa enferma, hoy se le adelantó en el camino hacia el cielo.
Cuántas lecciones no habrá dado en su colegio Vicentino a sus alumnos aconsejando para la vida y amigos le recordarán por siempre como el hombre bueno con su rostro conciliador, bonachón y sonriente, responsable y optimista .
Cuántos hombres como estos necesita hoy nuestra sociedad, hombres que plantan cara a la adversidad, que son ejemplo de mansedumbre y de resistencia que llevan su cruz en el silencio, sin ruido, pero no por ello inadvertido a otros ojos diferentes de los humanos, y el misterio de lo divino.
Ciertamente nadie sabe en las horas del misterio de la vida y de la muerte, ¿por qué esto fue así? ¿Por qué? Nos preguntamos, siempre salta la pregunta cuando hechos como estos y como otros no los esperamos, como cambia la suerte de las personas de la noche a la mañana. Se sueltan las lágrimas se encoge el corazón y quisiéramos como siempre echar la culpa a alguien para desahogarnos. Cuando en lo profundo de nuestra mente no llegamos a comprender cómo el pensar ¿Por qué sufre un inocente?
Ciertamente que habrá males que sabemos quien los hizo pero por qué las consecuencias las pagan los inocentes, ¿acaso los hijos tienen que pagar las culpas de los padres o los padres las culpas de los hijos?
Esta pandemia no es obra de Dios, los que creemos en un Dios, Padre y misericordioso lo tenemos claro, porque ningún árbol bueno puede dar frutos malos y ningún árbol malo puede dar frutos buenos.
Dios es el mejor árbol bueno del mundo que da frutos buenos cada día, aunque algunos nos sepan amargos. Sin embargo, debemos dejarnos iluminar por la sabiduría divina.
Dios nos ha destinado para la vida no para la muerte, la muerte viene del mal que origina el pecado que tuerce el destino.
El libro de la sabiduría nos dice: Por envidia del diablo entró la muerte en el mundo. (Sb1,24) Dios no hizo la muerte ni se goza con la pérdida de los vivientes, todo lo creó para que existiera (Sb.1,13)
S. Pablo nos dirá que la muerte es consecuencia del pecado (Rm.5,12-15).
Y así como por el pecado de un hombre, Adán, entró la muerte en el mundo. Así, por un hombre Cristo entra la vida; para nosotros como creyentes la muerte no es el final de la vida total del hombre. Para ello, se necesita fe y aquí está la clave para tener una actitud diferente ante la partida de un ser querido a la eternidad cuando físicamente su cuerpo deja de existir en la tierra pero su alma no deja de existir por su espíritu.
Podemos pensar que el diablo esta enojado con Cristo y con todos los que creemos en la palabra de Cristo, y suelta toda su fuerza de mal contra nuestro mundo como lo saltó contra el paciente Job, permitiéndole Dios que fuera tentado y ser probado en el dolor, le despojó el diablo de todo cuanto pudo, pero no pudo despojarle de su fe en Dios, por lo cual permaneció por encima del dolor. Aquella frase de Job: ”Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea Dios“ (Job 1,21)
Resistir al mal hasta llegar a situaciones límites como la muerte física es muy difícil asumirlo sin fe. Por ello, en esta prueba que estamos pasando en la que muchos han llegado hasta la puertas de la muerte o hasta pasar las puertas de la muerte, no se da sin fe, sin esperanza y sin amor.
En los momentos duros para Jesús en su pasión y muerte física, se sintió abandonado hasta de su Padre Dios, aunque su Padre nunca le dejó, sino que sabía que para salvar el mundo era necesario que Jesús pasara por la muerte para resucitar y salvarnos del pecado.
Sus fuerzas físicas y humanas como las nuestras fueron gestándose en su vida en especial en aquella pasión desde el huerto en la angustia hasta el dolor espantoso de la cruz. Por ello mirar y contemplar la cruz pensando que muere por mí nos alivia en nuestro dolor y sobre todo nos ayuda a comprender la muerte y el dolor de un inocente. Porque él siendo inocente y justo murió por los injustos y culpables. (1Pd.3,18).
Entonces no echemos la culpa a Dios de los males que padecemos en esta pandemia, pareciera que esto es una carrera de resistencia, y solo podemos resistir y vencer si nos apoyamos, no en nuestras fuerzas que son nada, sino en las fuerzas espirituales que Dios nos da a través de nuestra confianza en Él.
¿Cómo Dios lo permite? Es otra pregunta que la gente se hace y ciertamente, entra en el misterio del mal en el mundo, si nos ponemos a pensar en dónde está la raíz de los males, está en el mal que realiza el hombre no en Dios.
Está en el mal uso de la libertad que Dios dio al hombre para hacer el bien o el mal, será por tanto responsabilidad del hombre y las consecuencias de sus actos lo que todos sufrimos, por eso es otro misterio porque yo tengo que sufrir el mal de los otros, Cristo también sufrió las consecuencias de nuestros pecados en la Cruz.