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LA PASCUA DE MI MADRE

agosto 13, 2021

Un día escribí: Pandemia, ”nadie te esperaba y a pesar de tu presencia resistimos con esperanza”.La muerte no la esperamos pero sabemos que un día llegará, y nos llegará para descansar de nuestras luchas y trabajos, para cumplirse la promesa, “si el grano de trigo muere da mucho fruto”.

Hoy cuando una madre se muere, ¿qué diré que es una madre?. Yo escribía: madre es un milagro de amor, y los milagros, solo los hace Dios, es Dios hecho madre. Cuando uno pierde una madre en la tierra gana un amor en el cielo porque a las madres, a todas, Dios las quiere tener en su cielo, y una madre que es amor, sigue amando en el cielo.

Como el amor de Dios es eterno que se prolonga en el tiempo, el amor de una madre no muere, vive para siempre en el cielo.

Madre que de niños nos alimentó con su pecho, de jóvenes nos protegió con su mano, de adultos nos educó con sus consejos, siempre se dejó querer por sus hijos.

Dios bendijo su familia, regó el jardín de su huerto, y sus rosas perfumadas, llenaron de aroma su templo.Reunió a todos sus hijos con su presencia de madre, y contenta con su marido mi padre decía, soy como el más rico del pueblo tengo a mis hijos como para hacer un convento.

La otra tarde antes de despedirse de esta vida terrenal pude estrechar la mano de mi madre, fue una bendición de Dios, mirar sus ojos de madre, y escucharla de sus labios, tres palabras que se grabaron en mi mente, “Gracias, Gracias, Gracias”, repetía, “porque me habéis cuidado tanto”; otra decía , “os quiero a todos, a todos, a todos”, con un corazón desbordante, nos dijo, “cuidaros, cuidaros, cuidaros”, como maestra y abuela, así ella se despedía rezando Jesús, José y María y el padrenuestro, la di la bendición y hasta mañana le dije, por no decir hasta el cielo. Pues allí estará nuestra casa donde un día nos encontremos.

Así terminó su camino por esta tierra, en su pueblo, su pueblo que tanto quería, La Horra su pueblo del alma, donde ella feliz se sentía, al estar con los suyos y sus vecinos, descansando, recordando y conversando con la sonrisa en sus labios.

Los caminos de Dios son sabios y providentes. Dios le dio larga vida con sus 97 años, disfrutó de su familia, con su esposo D. Teódulo, siete retoños criaron y a pesar de estar dispersos por su trabajo, les reunía en su casa cada año, además de su sonrisa cuidaba en el patio sus flores, siempre escuchando al que hablaba, se convirtió en abogada pues a todos defendía y con sus razones les justificaba. Su bondad y misericordia presente se hacía en sus palabras y acciones; quien practicó misericordia, misericordia recogerá, sabemos que Dios ha sido misericordiosa con ella.

Dios la llevó siendo anciana con un corazón de joven lleno de amor y esperanza. Hoy en el día de su Pascua, bueno es recordar y cumplir sus palabras, decir gracias Señor por darnos una madre, como mi madre Ciriaca, gracias por su ejemplo y vida, por su sonrisa y por su calma, la mujer que pacificaba y que a todos amaba.

Sabemos que perder una madre en esta tierra es dejar un vacío muy difícil de llenar, pero el Señor nos dará su fuerza y su compañía, porque Él nunca abandona a aquel que en Él confía.

Después de tan larga vida como la de mi madre hoy, uno pueda preguntar: ¿Para qué vivimos? y ¿para qué morimos? La palabra divina hoy ilumina nuestra mente. ”Si vivimos, vivimos para Dios”, somos creados para vivir, ¿y qué es vivir sino amar y qué es amar sino servir?, eso es lo que hace una madre que no vive para sí sino para sus hijos. Como dice el apóstol: “si vivimos o morimos, para el Señor vivimos” Dios no es un Dios de muertos sino de vivos y la muerte es un regreso a la vida de donde salimos, eso para el creyente es entender el misterio de la entrega y de la siembra, el grano que no muere no da fruto, el grano de trigo que muere se transforma en espiga fecunda y multiplicadora. Una madre es fecunda multiplicando nuevas vidas, desde la fe entendemos la lección del sembrador, que siembra con esperanza para recoger con alegría.

Morimos para vivir y la muerte en esta tierra es puerta para otra vida que nos espera en el cielo. Así nos lo dice Jesús en su evangelio escuchado, que nos consuela y alienta para llegar a su Padre. Ciertamente ante la muerte la tristeza se presenta, la duda del que no cree, surgen muchos temores en la hora de su muerte, aquel que ama al Amor no tiene duda o temor, sabe que su fe le respalda en esa eternidad que aspira, para llegar un día allá donde Dios nos espera, para darnos el premio si fuimos fieles en la tierra, allá donde hay para todos morada no pasajera, que Cristo Resucitado nos salvó desde el madero para tener una estancia con Él para siempre en el cielo.

Lo importante es saber llegar, no perderse en el camino, por ello claro nos dice: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, camino no hay otro que andar sino en Jesús que es el camino, aprender hoy su Verdad y no buscar otra Vida, que la Vida la da Dios y la recoge al final, como dice S. Juan “al final de la vida nos examinarán del amor».

Por ello salimos con gozo de esta Eucaristía pascual, fortalecidos en la fe, agradecidos por el amor. Al atardecer de la vida, cuando nos llegue la muerte abramos el corazón y los brazos al Señor, que como Padre que ama nos abraza como a hijos. Que la Pascua de mi madre sea un nuevo amanecer, que es Cristo el que nos invita a vivir siempre con Él. Creamos en su palabra, vivamos siempre con fe, ama como una madre, como la Virgen siempre fiel, que junto a la cruz de su Hijo vivió la pascua con Él. Para el creyente como ella, detrás de cada atardecer hay siempre un nuevo amanecer.

Rafael Cob García

12 de agosto 2021