UNA LECCIÓN QUE APRENDER Y PRACTICAR
Quizá nos falte mucho de aprender sobre la Sinodalidad, desafío que hoy se nos propone a la Iglesia del siglo XXI, como diría el Papa, no es difícil saber como tenemos que caminar, lo difícil es la práctica, hacer ese camino juntos. Podremos aprender y profundizar más sobre la sinodalidad, pero lo que de verdad nos debe preocupar es si como Iglesia somos para los demás ejemplo de sinodalidad, de caminar unidos. O somos como nos dice hoy la palabra, causa de escándalo porque nuestra conducta causa a los demás anti testimonio de vida cristiana. Porque si nuestro ejemplo de convivencia comunitaria no edifica sino que destruye, si nuestra ambición por el dinero y el confort escandaliza, si nuestra incoherencia de consagrados y de cristianos desconcierta a los otros, a los pequeños a nuestro pueblo sencillo y creyente,¿cómo podrá dar fruto nuestra evangelización, si somos causa de escandalo? ¿qué nos dice Jesús que merecemos? Una sentencia fuerte y dura la que Jesús pronuncia, merece que le arrojen al mar. Mc.9,42
Tenemos que hacer una seria revisión de nuestras vidas, de nuestro caminar personal y comunitario, por donde van nuestros pies, que es lo que amasan nuestras manos, que es lo que ven nuestros ojos, mejor es entrar cojo o manco o ciego en el cielo que perderlo todo, no nos podemos perder la eternidad por crear nuestra vida ajena a los demás, por una vida arrastrada por el egoísmo, por la codicia, por el ansia de mandar y de poder, por una vida hedonista y materialista hacia la cual el mundo nos invita cada día. Nuestra libertad no es un juego para utilizarla como nos place. Estamos a las puertas de la cuaresma y ella nos pide un cambio de mente y corazón, no solo un cambio de estructuras lo hemos escuchado muchas veces: si quieres cambiar el mundo comienza cambiando tú.
Las palabras de Jesús no están cargadas de un baño azucarado sino de una sal que purifique y que sane nuestras heridas, la conversión es la palabra y la invitación de la que la biblia está llena, el Sínodo Amazónico nos invitaba a la conversión integral que implica conversión pastoral como Iglesia, conversión cultural y ecológica como sociedad, para terminar pidiendo una conversión sinodal, este es el tema que nos ha llevado a la reflexión.
La conversión Sinodal del Sínodo amazónico nos pide:
1.- sinodalidad misionera de todo el pueblo de Dios bajo la guía del Espíritu,
2.-Una Espiritualidad de comunión bajo la guía del Espíritu.
3.-Un estilo sinodal, de vivir y obrar en nuestra realidad concreta donde estamos, la Amazonía, ¿cómo lo hacemos?
Ciertamente nuestra Iglesia particular tiene un camino recorrido en esta dimensión sinodal, en la evangelización que a lo largo de la historia de nuestra Iglesia habrá habido formas diferentes de evangelizar en los 135 años desde que llegaron la primera comunidad estable de misioneros dominicos.
Y todos con el objetivo común dar a conocer la buena noticia del evangelio a todos los pueblos, mandato misionero de Jesús en quien creemos y a quien seguimos como discípulos misioneros en salida.
Pero como diría Jesús. “ a vino nuevo odres nuevos” Mt.9,17, estamos en un cambio de época como nos dice Aparecida, nuevos tiempos ,y esto no lo podemos olvidar, por ello nuestro quehacer evangelizador exige de nosotros prepararnos y preparar a nuestro pueblo para los desafíos concretos que hoy nuestro mundo tiene.
Ayer a la luz de los desafíos de la Asamblea Eclesial de Latinoamérica y el Caribe escogíamos algunos de ellos como prioritarios que debemos llevar a nuestro nuevo plan pastoral. Como que la realidad en la que vivimos también la eclesial, nos empuja a correr para no perder el tren, porque otros van por delante en la carrera, como la realidad digital, lo decíamos en la asamblea general pasada en cuanto los desafíos pastorales hoy: Ecología, Tecnología y Eclesiología.
El Papa Francisco sigue proponiendo aceleradamente una renovación de la Iglesia, que sea movida en verdad por el Espíritu Santo, que es el que debe guiarnos siempre, invita a nuevos caminos de evangelización, los vientos que soplan es hacer una Iglesia mas misionera, fraterna y sinodal.
En la reflexión de la formación que recibimos en este profundizar del camino sinodal se nos pedían unas actitudes básicas:
1.-Sintonía con el Señor, sin Cristo nada con Cristo todo.
2.- Simpatía con los hermanos en nuestras comunidades nuestra convivencia debe respirar en acogida y caridad.
3.-Sinodalidad en el caminar juntos como pueblo de Dios y remar juntos en la mima dirección.
4.- Sinfonía, es decir en armonía, donde cantemos en la misma orquesta con los instrumentos afinados y que se entienda nuestro canto, con nuestras voces coordinadas altos y bajos en armonía.
5.- Sinergia, uniendo nuestras fuerzas, nuestros dones, nuestros carismas que El Espíritu ha dado a su Iglesia para el servicio de ella con un mismo espíritu, descubramos que somos familia de hermanos con una sola fe, un solo bautismo un solo Dios y Padre.
Una lección fácil de entender y difícil de practicar todo ello exige conversión y soñar, conversión para dejar de pensar como el mundo y pensar como Cristo que le dice a Pedro, ”tú piensas como los hombres no como Dios piensa, y soñar en esa querida Amazonía que nos invita soñar con una Iglesia con rostro propio».
Se necesita en esta conversión Parresia, valentía y coraje, dejar que el Espíritu del Señor hable por nosotros, manifestar lo que el quiere no lo que nosotros queremos. El espíritu profético que tanto falta hoy, tenemos miedo de corregir, de denunciar el mal y anunciar con valentía el bien.
Se necesita una espiritualidad del caminar juntos como hermanos, ser compañeros en el viaje, ser peregrinos. Nuestro mundo necesita hoy de aquellos místicos que la Iglesia ha tenido siempre renovadores y reformadores como S. Juan de la Cruz, Sta. Teresa de Jesús y tantos santos como Sto. Domingo o S. Francisco. Dando tiempo y valor a la oración, con los pies en la tierra y los ojos en el cielo.
Necesitamos valorar lo pequeño como nos recuerda Jesús, nada que hagamos por pequeño que sea, como dar un vaso de agua en su nombre, quedará sin recompensa.
Nuestras periferias nos aguardan, nuestras parroquias nos esperan, salgamos al encuentro con espíritu misionero, formemos a nuestra gente en este camino sinodal, descubrámosle su dignidad de cristianos, llamados y enviados, elegidos y amados por un Dios Padre de todos.
Y nosotros como misioneros sigamos compartiendo nuestra vida fraterna, con integración, con misión compartida, somos hombres y mujeres llamados por Dios para ser luz del mundo y sal de la tierra, no escondamos nuestra luz y demos sabor nuevo a nuestro mundo insípido.