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VISITA AL MONASTERIO Y AL SEPULCRO DEL SANTO HERMANO RAFAEL

agosto 20, 2021

Los monasterios encierran dentro de sí valores como tesoros para el espíritu humano. Cada vez que uno les visita sale fortalecido; será su silencio, será su canto y liturgia, será su oración en el claustro o serán los rostros de esos hombres que allí viven que oran y trabajan pensando en un mundo nuevo, distinto del mundo donde salieron. Y, en ese camino hacia el cielo, piden por el mundo dolorido de los que vivimos en este valle de lágrimas. Juntos avanzamos, pidiendo al Dios de la vida que nos haga a todos hermanos hasta llegar al Padre de todos.

Cada año, en mis vacaciones, visito a los monjes de San Isidro de Dueñas. Entre los tesoros que este monasterio tiene está el testimonio y el sepulcro de aquel joven monje, paisano y tocayo que alcanzó la santidad viviendo en esta Trapa: el santo Hermano Rafael Arnaiz Barón. Ya en mis años del seminario leía sus escritos que llenaban y elevaban mi espíritu, como el de tantos jóvenes a los que el Papa Juan Pablo II les propuso como modelo para la juventud.

En este monasterio años atrás hice mi retiro espiritual antes de viajar a Roma para mi consagración episcopal. Recuerdo que en un lugar de la hospedería había un libro donde los huéspedes podíamos escribir algunos pensamientos. Allí escribí mis versos encomendándome a este monje, entonces todavía no canonizado: el Hermano Rafael. Años más tarde, como obispo, tuve la suerte de estar en su canonización en Roma. Sé que él despierta en muchos jóvenes que le conocen santos propósitos y deseos para abrazar la vida consagrada; por ello a él encomiendo a los jóvenes de mi Iglesia misionera de Puyo.

Son varias las oportunidades que Dios me ha dado para compartir algunos días la vida de estos monjes cistercienses, que han ido entrando en mi vida como amigos y hermanos. Allá, en Ecuador, donde vivo, les vi llegar para su nueva fundación saliendo de este mismo monasterio. Lo hicieron en Salcedo, en la altura de la montaña casi a 3000 metros. Allí levantaron el monasterio Santa María del Paraíso en el año 1997. Con ellos nació un compromiso de orar juntos por nuestra Iglesia misionera de Puyo y sentirnos como hermanos.

Aquí, en el monasterio de esta tierra castellana de San Isidro de Dueñas, viven algunos hermanos de los que fundaron el primer monasterio de varones en Ecuador; otros ya murieron como el padre Abad Fray Manuel o el Hno. Sixto. Entre los que allí fundaron y viven aquí, están el Hno. Andrés y el Hno. Felicísimo, que recuerdan con nostalgia aquellos años hermosos del nacimiento del monasterio en los Andes.

En esta visita de hoy me acompañan mi hermano Fernando y el párroco de mi pueblo: Don José María, que en mi anterior visita también me acompañó.El año pasado, por la pandemia que vivimos, no pudimos visitarles; pero hoy agradecemos a Dios poder volver a este rincón de oración y paz y sentir la alegría del encuentro fraterno. El Padre Abad, José Antonio, nos reciben con cariño recordando también su visita al Ecuador, donde conoció nuestra selva, en la Amazonía, la cuna de la Misión en Canelos y la capital de Puyo donde residimos.

En esta visita a su monasterio, lo primero que hacemos es entrar a la capilla donde se encuentra el cuerpo del Santo Hno. Rafael. Allí rezo por todos los misioneros, para que aprendamos como él a ser santos en el silencio y en el dolor de su enfermedad. Oro para que aprendamos a llevar la cruz de esta vida con amor y con humildad, con la mirada en el cielo y los pies en esta tierra, buscando solo a Dios como él decía: “Solo Dios basta“; y a sólo Dios buscó siempre en su vida.

Luego, en la oración de sexta, fue un gusto escuchar el canto de los monjes en el coro, orar y comer con ellos escuchando la lectura sagrada.

Como visitantes especiales, nos enseñó el Abad, en la clausura otra joya del monasterio: su biblioteca, arsenal de sabiduría para el estudio y formación de los monjes. Al final, como gran regalo, el Abad nos permitió por unos momentos estar en la celda donde vivió y murió el 26 de abril de 1938 el santo Hermano Rafael.

En verdad fue un privilegio sentir allí la paz de este santo del silencio, este lugar desde el cual se fue al cielo. Allí sigue el espíritu de mi paisano y tocayo, nuestro hermano Rafael, otro santo burgalés, dejando huellas que inspiran la santidad con la mística de su palabra y el ejemplo de su vida.

Para terminar esta visita, volvemos juntos a rezar la hora nona, volver a escuchar el canto de los salmos y el toque de las campanas. Luego de esta oración nos invita el Padre Abad a saludar a la comunidad y compartir la experiencia que vivimos por aquel mundo de América y la Amazonía. Comenzamos dando los saludos y recuerdos que sus hermanos del monasterio de Sta. María del Paraíso me dieron en Salcedo. Después compartí los hitos principales de nuestro caminar eclesial. Les hablo de lo que el Sínodo Amazónico ha sido para nosotros, Iglesia amazónica y para la Iglesia universal, del trabajo de la REPAM: Red eclesial para la defensa de la vida en la Amazonía, del fruto del Sínodo, la CEAMA: Conferencia Eclesial para la región Amazónica. Les comento cómo nos preparamos en este tiempo de escucha para celebrar la Asamblea Eclesial para América Latina y el Caribe que el Papa Francisco ha convocado con el lema: Todos somos discípulos misioneros en salida. Todos, acontecimientos eclesiales donde el Espíritu de Dios nos empuja y nos urge a caminar como Pueblo de Dios en marcha. Estamos en marcha para llegar a la meta de una Iglesia Sinodal, despertando la esperanza y aprendiendo la vida del servicio. Ello exige la conversión y el seguir soñando cada día un mundo nuevo para que los que vienen detrás puedan seguir construyendo el Reino de Dios en esta tierra, un mundo nuevo de igualdad y fraternidad.

Monseñor Rafael Cob

19 de agosto 2021