
Este año Jubilar la vida consagrada es invitada de manera particular a ser peregrina y sembradora de ESPERANZA.
Ciertamente el Papa nos ha invitado a todos a ser peregrinos de esperanza, a la vida consagrada añade además de peregrinos una palabra, sembradores que tiene mucho que ver con lo que es una tarea del evangelizador que ha sido invitado a seguir a Jesús como escogido y llamado a estar con el siendo luz con su testimonio de vida no solo con la palabra sino con la vida.
La palabra consagrado ya nos revela que lo que se consagra es lo se separa para uso o servicio exclusivo de Dios. Celebrar la vida consagrada hoy recordando la presentación de Jesús en el templo por medio de la Virgen para ser ofrecido a Dios como lo mandaba la ley judía, nos trae a la contemplación de aquella mujer que también consagró toda su vida al servicio de Dios. María, modelo de vida para todos.

Quisiéramos centrarnos en el marco que estamos celebrando este año jubilar, ser conscientes de que nuestra vida es un peregrinar hacia Dios, somos peregrinos que se identifica con ser caminantes, que implica salir ir al encuentro, salir a anunciar para llevar esperanza a nuestro mundo al cual somos enviados, es decir ser misioneros, una identidad de nuestra realidad de Iglesia que no podemos olvidar.
El espacio en que nos movemos es para llevar esperanza, por eso el lema que se ha escogido este año para la vida consagrada es peregrinos y sembradores de Esperanza, ciertamente el misionero es peregrino por exigencia de su vocación, pero el apellido que le han puesto nos concreta más para que, de esperanza esta palabra encierra una realidad de alegría que llega a su culmen cuando se llega al encuentro con el esperado o con lo que se espera. Esperanza tiene sabor a optimismo, ánimo, ilusión, mirar a lo alto, perspectiva de un más allá, de futuro, por ello el Papa en su encíclica nos pide evangelizar con alegría, porque lo que anunciamos es buena noticia.

Nos podemos preguntar si en nuestra vocación como cristianos y consagrados somos conscientes que somos peregrinos, vamos de paso ,donde estamos no es nuestra meta, lo nuestro es caminar y en el camino sembrar la semilla de la esperanza, sembradores de Esperanza, no hay mejor semilla que más se valores que la de dar esperanza, por encima del color y las sobras, después de la noche viene el día al final del túnel vuelve la luz, es decir siempre todo es posible para el que cree como dijo Jesús, hace falta esperar, el arte de esperar no todos lo tienen ,la esperanza y el esperar presupone la fe y la paciencia, la siembra no florece de forma mágica hace falta un proceso para florecer y dar fruto, y en ese tiempo es necesario animar, acompañar en la adversidad para que no nos desanimemos los caminos de Dios no son nuestros caminos y nuestros cálculos no son los cálculos de Dios, hace falta como desafío tener paciencia para saber aguardar y no rendirse ante el cansancio de la espera.

Hay ciertos desafíos con los que luchar para no desanimarse y saber esperar.
1.- Disminución de vocaciones.
2.- Envejecimiento de nuestras comunidades.
3.- La preocupación de como subsistir económicamente.
4.-Internacionalidad, fusión de personal y globalización de un mundo.
5.Relativismo.
6. Irrelevancia.
Y ante todos estos vacíos y desafíos, ahí se levanta la Esperanza que se basa en Dios, “se de quien me he fiado” dice Pablo Rm.5,5. la esperanza que nunca defrauda.
No ceder a las tentaciones: de la cantidad y la eficiencia, de confiar en las propias fuerzas, del miedo por nuestras debilidades. El Papa Benedicto XVI, pedía no unirse a los profetas de desventuras. saber resistir, saber esperar. Siempre ha tenido.
La Vida Consagrada el carisma de ser profetas. La profecía es propia de la vida del consagrado, es algo que no podemos olvidar, Cristo nos llama desde el bautismo a ejercer esta misión profética. anunciar y denunciar dos caras de la misma moneda.
Hacer despertar al mundo de su dornillera, que se despierte y separa mirar y contemplar a su alrededor. El mundo esta dormido y hay que despertarle.
Revestíos de Cristo y portar las armas de la luz, permanecer despiertos y vigilantes.
Sembrar y proclamar un profetismo en fraternidad propio de una Iglesia sinodal y misionera. Sembrar nuevas relaciones, testimonio discipular, interculturalidad, y población que lleva al compromiso.
Juan Pablo II en su visita a Ecuador decía: “El conocimiento evangélico de Cristo y la fuerza viva del encuentro personal y comunitario con El, modelarán vuestra vida obediente, pobre y casta”.
Cristo obediente al Padre hasta la muerte en cruz, locura para el mundo, pero iluminación para el que obedece con esa creadora inmolación de la voluntad que hace fecunda la entrega y abundante la cosecha espiritual y apostólica.

Un Cristo pobre, despojado de todo poder y entregado por nuestro amor, es el argumento más firme de la pobreza y la libertad que en él se logra, el mejor camino para una liberación integral del hombre y de la sociedad entera.
Cristo virgen os contagiará de su amor y os enseñará a mirar a las personas por sí mismas no por sus cualidades, en vuestra mirada y servicio de totalidad descubrirán la mirada del Buen Pastor, por esta donación e íntimo desposorio con Cristo signo de Dios amor para todos los hombres, especialmente para los que sufren.
Como Simeón en el templo, atrapemos en nuestros brazos la luz y mostrémosla al mundo tantas veces entre sombras y oscuridad, iluminemos con la luz de Cristo y proclamemos quien es Cristo con nuestra vida.

Copiemos la actitud de la profetisa Ana y hablemos a todos como ella de este Niño, Dios liberador, que se encarnó para dar la vida en rescate por todos.
Hoy nuestro mundo necesita de profetas que anuncien la buena nueva y denuncien las causas de esclavitud y dolor de nuestro mundo. Sacerdotes y consagrados santos que arrastren con su ejemplo a que los jóvenes quieran seguir a Jesús que sigue llamando a todos a vivir los consejos evangélicos. para dar esperanza y sembrar las semillas del amor divino y misericordioso.
Mons. Rafael Cob, Obispo de Puyo.