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Asamblea General Misionera 2022, A vino nuevo odres nuevos

septiembre 12, 2022

Estos días en la Iglesia ha ocurrido algo que no estamos acostumbrados a ver, como es, que el Papa haya convocado a todos los cardenales de la Iglesia en Roma, sus principales consejeros, para darles a conocer, el documento elaborado por un trabajo de 9 años sobre la Reforma que en la Iglesia debemos poner en práctica.

Cuántos días y noches ha pasado el Papa Francisco y sus colaboradores pensando que es lo que el Espíritu de Dios quiere en este hoy de la Iglesia y como concretizar esa inspiración del Espíritu recogido en el documento eclesial: Predicate Evangelium, constitución Apostólica sobre la reforma de la Curia Romana y su servicio a la Iglesia en el mundo.

El mismo nombre nos habla de la raíz de esta reforma que es la esencia del hacer de la Iglesia, la dimensión misionera, “predicad el evangelio”. Que nuestras  palabras que decimos de parte de Jesús que nos envía, sea buena noticia. Y esta predicación es tarea no solo del clero o de los consagrados, es de todo el pueblo de Dios, y todos los cristianos  somos ese pueblo  de Dios llamados a  ser discípulos misioneros de Jesús  misionero del Padre que nos envía como Iglesia, “como el Padre me envió así os envío yo”

La finalidad de esta Reforma de la Curia tiene claro que el horizonte es la participación de todos en ese servicio de la Iglesia, es eminentemente pastoral, ver lo que la Iglesia debe hacer para el vivir de su espíritu evangelizador en lo concreto, desde la periferia  al centro, desde la cabeza a los pies. Respondiendo a los desafíos del momento hoy. Buscar los nuevos caminos  de evangelización que ya pedía el Sínodo Amazónico. ¿Cuál sería lo nuevo que la Iglesia debe hacer?

¿Ver qué las estructuras necesitan adaptarse o transformarse, para que todos los integrantes de la Iglesia estén presentes  no solo de nombre sino en la práctica, no solo obispos, sacerdotes, también laicos, religiosos, hombres y mujeres?

Construir una Iglesia participativa  de forma sinodal, caminando juntos, donde todos podemos y debemos ser escuchados.

Junto con esa participación, es esencial partir de la comunión eclesial sabiendo que todos debemos sentirnos familia y hermanos, comunión con Dios y comunión con los demás. Vivir la comunión es elemento esencial en nuestro trabajo sinodal, con ello se debe evitar las envidas, resentimientos o clericalismos, saber que todos somos necesarios y nadie es imprescindible, virtud esencial para ello es la humildad y escuchar las palabras del maestro, “quien quiera ser el primero sea el último y servidor de todos que el Hijo del hombre no ha venido para ser servido sino para servir.”(Mt.20,17ss)

Qué importante caminar juntos sabiendo ser la Iglesia como pueblo de Dios, con  un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre. Como la comunidad primitiva de los hechos de los apóstoles: “todos sentían con un mimo corazón y una sola alma, todo lo ponían en común y nadie pasaba necesidad.” Act. 4,32 ss

Tenemos claro que toda reforma eclesial exige una conversión personal, para llegar a una conversión comunitaria, una conversión no solo exterior, de normas y leyes sino de actitudes en el comportamiento, que debe nacer del corazón antes de pasar por la cabeza, el deseo de querer hacer algo nuevo que responda a la nueva realidad en la que nos encontramos.

Debemos humanizar el mundo y debemos pacificar el mundo, la temperatura de la violencia y la indiferencia está muy alta. El irrespeto a los derechos humanos, la impunidad y el olvido de los que están lejos son cada día más presente.

Debemos  volver a escuchar a los pobres y marginados, a los que viven en las periferias, aprender desde la humildad y pobreza, desde la solidaridad y caridad cristiana de la primitiva comunidad. Aprender a ser verdaderamente comunidad, donde unos se preocupan de otros, “cuando una parte del cuerpo sufre, todos sufren con él“ 1 Cor.12,26-28. Debemos aprender a ser iglesia samaritana, cristianos que no se quedan con solo mirar como está el mundo, sino que pasan a la acción asumiendo compromiso. Preguntarnos ¿cuál es lo nuevo que debe tener mi vida, mi parroquia, mi comunidad?

Escuchamos hace mucho tiempo, nueva evangelización,  nuevos métodos nuevo ardor, en el Sínodo Amazónico: Nuevos caminos de evangelización.

¿Cuál es lo nuevo que yo puedo aportar en mi parroquia en mi comunidad en mi diócesis?, y veremos que nada nuevo se hace sin dejarse guiar por el Espíritu de amor que Jesús nos enseña. Nos gusta mucho juzgar a los demás o lo que otros dicen y hacen, y no juzgarnos a nosotros mismos, nos quejamos de la realidad presente que vemos o vivimos, ¿pero qué hemos hecho por cambiarla? Es fácil decir: esto no funciona o esto está mal, pero ¿qué hicimos para que esté bien? Tenemos que concretizar las acciones que en verdad son posibles realizar, para poder después decir, no solo lo pensé o lo intenté, sino que lo hice y lo conseguí.

Pasar de lamentarse contemplando los males a la acción de prevenir los males y defender los bienes.

No pensemos grandes novedades sin pensar que ellas vienen después de los pequeños detalles que debemos hacer.

Jesús pedía fe y colaboración, Él pone después lo demás. Él siempre dispuesto a multiplicar nuestra pobreza y nuestra generosidad. Ofrecer desde nuestra pobreza, Él nos pide los cinco panes o los dos peces para compartir y multiplicar en mayor bien para todos.

Nunca minusvaloremos lo pequeño, Dios siempre escogió al que se hace pequeño, al que otros olvidan o ignoran, cómo al elegir al rey  David o cómo nos lo recuerda la Virgen María en el Magníficat. “Se fijo en la humildad de su sierva.”

Lo nuevo es pensar antes en los demás que en ti mismo, lo nuevo es el nuevo amor que Jesús nos ha enseñado, predicar con el ejemplo. Es su amor el  que hace todo nuevo, si en tu corazón está su amor, tu vida y la de los demás cambiará con su amor.

El Papa Francisco nos ha dicho, lo mejor está por venir como en las bodas de Caná, el vino nuevo llegó después, cuando Él llegó, lo nuevo está por llegar, más bien ha llegado, es Él, el vino nuevo, su mensaje, camino verdad y vida y nosotros tenemos que ponerlo en odres nuevos.

Nuevos caminos para la nueva realidad que nos desafía, hacer nuevas comunidades con nueva pasión por la misión, nuevos métodos con nuevo ardor, comunidades apostólicas, con celo pastoral por salvar almas para Dios, como el de los santos, para nuevos tiempos santos de ayer y de hoy, S. Francisco Javier o Carlos Acutis. Ante una sociedad liquida que se acomoda a las formas, o modas del momento, y a las ideologías, debemos hacer despertar del sueño a nuestras familias, a nuestros jóvenes. Vivir siempre en la verdad de la coherencia con nuestra fe.

Entrar en una Iglesia más ministerial y menos clericalismo, más participación, comunión y misión. Nuevo camino de la sinodalidad, todos caminando  juntos, no querer ser paracaidistas y olvidar la pastoral de conjunto que exige el caminar unidos, con  la novedad del Dios que siempre sorprende y cautiva.

Escuchar y contemplar, dialogar y discernir para juntos actuar; su palabra nos ilumina y su amor nos pone en camino y nos envía para ser sus testigos.

La clave, ser fieles al que nos ha llamado y a la misión que nos ha confiado.