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FAMILIA: TEMPLO Y HOGAR EN MEDIO DE LA PANDEMIA

diciembre 26, 2020

Dentro de las fiestas entrañables de la navidad y en medio de la situación adversa que la pandemia nos impone, no podemos renunciar en estos días de Navidad a pensar, que Jesús quiso nacer y vivir en una familia, esta institución que Dios desde su proyecto creador deseó que fuera el fundamento humano para ser templo, para celebrar el amor y la fe, para orar y contemplar lo mas sagrado, la vida de un recién nacido fruto del amor creador de Dios y el de la familia. Hogar donde vivir lo más sagrado y lo más humano, donde sentir el cariño y aprender la lección del amor recíproco, donde padres e hijos se escuchen, compartan sus penas y alegrías, donde dialoguen propuestas a los problemas que dentro y fuera del hogar se generan.Pocas veces como en esta pandemia las familias han podido hacer de sus casas el templo donde rezar y han descubierto lo esencial que es tener un hogar.La familia, templo y hogar donde se reza y se forja la virtud, la esperanza, el amor y la paz, la familia templo y hogar donde Dios habita y es reflejo de la trinidad divina, donde brille la unidad y se teje la alegría que el mundo no da, donde la fidelidad afianza la fortaleza para hacer frente a la tempestad. Donde el amor es gratuito, donde siempre se recibe más que se da. En la familia que Jesús vivió, con padres tan santos: María y José, Jesús la sabiduría del Padre, la palabra de Dios, supo aprender en el hogar de Nazaret, de María la fe, de José su renuncia y sacrificio de una nueva paternidad, ganar el pan de cada día con el sudor de su frente y recibir las caricias de una madre y los consejos de un padre.La familia templo para alabar a Dios y hogar donde experimentar el amor de una familia que se quiere y un espacio donde crecer. La familia de Nazaret, es un ejemplo a imitar, una escuela donde aprender, una luz para iluminar y un refugio donde cobijarse en las tormentas de la fe.Hoy volvemos nuestra mirada a esa familia sagrada, Jesús María y José, les vimos en el portal de Belén, en la noche fría de invierno, el niño recostado en un pesebre entre la mula y el buey, con el amor de María su madre y el asustado José que no llega a entender el misterio pero es muy grande su fe, capaz de hacer imposibles por el Niño de Belén.Pasaron más que pandemia, huyendo del cruel Herodes que quiere matar al nuevo rey .Huye presuroso con su familia José, a pie recorrerá caminos, montañas y peligros, pasaran noches enteras hasta llegar a Egipto, y extraño en este pueblo, vivirá el amor y la fe, con la esperanza de un día volver a su casa y asentarse en Nazaret. Las promesas de Dios se cumplen siempre y allí llegó de regreso a Nazaret.Templo y hogar serán siempre el soñado Nazaret. Y Nosotros que anhelamos un mundo de amor y paz ¿cómo podremos hacerlo en un mundo de margina a Dios? en un mundo ciego por la codicia que rechaza tu luz Señor?, en un mundo que en vez de defender la vida y la familia, siembra de leyes mortales contrarias a los designios divinos, facilitando la ruina de los valores permanentes y universales. Nos olvidamos o no queremos cumplir como dice la canción, “tus santos mandamientos y nuestros pensamientos se alejan de tu amor”.Recordaba aquellas palabras que el Papa San Juan Pablo II que visitó nuestro país nos decía en Guayaquil: “Decid no a la violencia que nada construye, no a la prostitución, No a la droga, no al alcoholismo. Evitad la sensualidad y el desenfreno, recordad que solo la familia monógama y la paternidad responsable son los cimientos de una sociedad ordenada. Tened a Dios presente en vuestras vidas. educad cristianamente a vuestros hijos”La Pandemia no puede matar el amor y la fe, dos elementos fundamentales para sostener la fidelidad de nuestras familias, no dejemos que el mundo eduque a nuestros hijos, es vuestra misión padres de familia, hoy le pedimos a Dios renueve ese amor de Nazaret en nuestros hogares, las bendiga y las sostenga en medio de la tormenta. Que padres e hijos descubran en Jesús, María y José, los modelos a seguir y a vivir, hagamos de nuestra casa, el templo donde habite Dios y el hogar donde crezca nuestra familia, el amor de la navidad no se compra, nace en el corazón de la familia que viven unidos, se respetan y se aman sin pedir recompensas. El amor gratuito, abierto siempre a la vida, como fruto surge la alegría que permanece y la esperanza que no muere, no nos dejemos robar estos frutos. Feliz Navidad.